La Casa Blanca denuncia despilfarro en NPR y PBS: critican propaganda con fondos públicos
El anuncio de la Administración de Trump plantea la interrogante ¿Por qué los contribuyentes siguen subsidiando una agenda woke?


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Durante décadas, millones de dólares en fondos federales han sido dirigidos hacia la National Public Radio (NPR) y el Public Broadcasting Service (PBS), medios que operan bajo la premisa de ser "públicos" pero cuyas líneas editoriales reflejan una clara inclinación ideológica. Críticos, incluyendo al expresidente Donald Trump, han insistido en que estos fondos son un despilfarro de dinero de los contribuyentes y una herramienta para diseminar propaganda izquierdista.
Los ejemplos abundan. En años recientes, NPR y PBS han promovido contenido que, lejos de representar al público en general, refleja posturas cada vez más radicales y desconectadas del ciudadano promedio:
En 2024, NPR dedicó un reportaje de San Valentín a “animales queer”, cuestionando incluso el género del personaje de Nemo y describiendo a los ciervos como “no binarios”.
PBS, ese mismo año, produjo un documental argumentando a favor de reparaciones raciales.
En 2022, NPR cubrió comunidades de entusiastas “trans-ceratops” y “dinosaurios de género fluido”.
En 2021, una estación afiliada a PBS emitió un programa infantil con una drag queen llamada “Lil’ Miss Hot Mess”.
Ese mismo año, NPR reportó que los marcos de las puertas son producto de “fatfobia latente” y que los animales merecen pronombres.
Estos contenidos son solo una muestra del giro editorial tomado por ambas plataformas. Lo que preocupa a muchos contribuyentes no es solo la temática, sino la completa ausencia de puntos de vista alternos. En 2020, NPR se negó a cubrir el escándalo del laptop de Hunter Biden, calificándolo como una “pérdida de tiempo”. Cuando un editor con 25 años de experiencia cuestionó públicamente la decisión, fue suspendido. Ese mismo editor descubrió que no había un solo republicano registrado entre el personal editorial.
Los sesgos no son incidentales. Según estudios recientes:
PBS cubrió negativamente al 85% de los republicanos en el Congreso, mientras ofreció un 54% de cobertura positiva a los demócratas.
En 2024, se usaron 162 variantes del término “extrema derecha” y apenas seis del término “extrema izquierda”.
Además, la presidenta de NPR, Katherine Maher, ha hecho expresiones abiertamente partidistas, llamando a Trump “racista” y posando con una gorra de campaña de Biden. También forma parte de una organización financiada por George Soros y ha descrito la “reverencia por la verdad” como una “distraída distracción”.
La crítica más fuerte es que estos medios siguen financiándose con dinero público. Mientras cientos de emisoras independientes compiten por sostenerse sin fondos federales, NPR y PBS continúan recibiendo subsidios que refuerzan una narrativa parcializada.
Desde documentales celebrando el “cambio de identidad de género” en adolescentes, hasta reportajes justificando el “cannibalismo natural”, pasando por colaboraciones con CNN para presentar programas infantiles sobre el racismo durante disturbios, los ejemplos abundan y evidencian un patrón.
La pregunta es inevitable: ¿Por qué el dinero de los contribuyentes debe financiar una programación que, lejos de representar una pluralidad de voces, promueve una agenda política específica? Con agencias federales como el FBI y el Departamento de Energía concluyendo que el COVID-19 probablemente se originó en un laboratorio, mientras NPR descartaba esa posibilidad durante años, muchos consideran que el tiempo de estas plataformas financiadas por el pueblo ya ha pasado.
El debate no es sobre censurar. Es sobre no obligar al contribuyente a financiar contenido que abiertamente descarta visiones contrarias y se presenta como neutral cuando no lo es. NPR y PBS deben decidir: o se comportan como medios verdaderamente públicos, o aprenden a sostenerse sin depender del bolsillo de una audiencia a la que han dejado de representar.
Fuente: The White House - "The NPR, PBS Grift Has Ripped Us Off for Too Long"