Trump reconstruye la Casa Blanca por fuera donde otros renovaron por dentro

La decisión del presidente Donald Trump de demoler parte de la fachada del Ala Este para construir un gran salón de baile marca una ruptura con más de un siglo de tradición en las remodelaciones de la Casa Blanca.

A diferencia de sus predecesores, que concentraron sus reformas en el interior o en ampliaciones discretas, Trump decidió intervenir directamente con la apariencia exterior del edificio presidencial, algo nunca antes visto en la historia moderna.

Sin embargo, desde principios del siglo XX han habido cambios en la residencia ejecutiva. Estos han respondido a necesidades funcionales o de espacio, pero sin alterar su icónica imagen.

En 1902, Theodore Roosevelt levantó el Ala Oeste para separar las oficinas del hogar familiar, el presidente William Howard Taft amplió esa sección e inauguró la Oficina Oval y Franklin Delano Roosevelt añadió una piscina interior para su terapia física.

El mayor rediseño estructural anterior fue el de Harry S. Truman, quien entre 1948 y 1952 ordenó reconstruir completamente el interior del edificio principal debido a problemas de estabilidad, pero mantuvo intacta la fachada original. Décadas más tarde, Richard Nixon añadió una bolera y Barack Obama adaptó la cancha de tenis para jugar baloncesto, reformas menores y sin impacto visual exterior.

La obra de Trump es la primera que altera la fachada desde la posguerra. Según la Casa Blanca, el presidente busca crear un espacio moderno para eventos de Estado y recepciones diplomáticas, no empece a que arquitectos e historiadores han advertido que el proyecto podría cambiar la silueta más reconocible de Washington y desafiar la tradición de preservar la imagen simbólica del hogar presidencial.

Con esta iniciativa, Trump pasa a la historia como el primer presidente que decide reconstruir la Casa Blanca desde afuera hacia adentro