VIDEO: La última ruta de un hijo asesinado mientras ofrecía Uber

Ante el juicio contra acusados de su muerte, Ramona Agramonte revive el dolor de perder a Randor, un chofer de Uber que soñaba con ser veterinario

Por Yulianna Vargas
Policía y Tribunales|May 19, 2025
(Suministrada)
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Ramona Agramonte carga con un dolor que no se alivia. Su hijo Randor, un joven alegre, servicial y amante de los animales, fue asesinado mientras realizaba un viaje como chofer de Uber.

En la mañana de hoy, lunes, continuará el juicio contra los acusados del crimen ocurrido el 18 de julio de 2024: Nelson Vásquez Rodríguez, de 19 años, y Yadrián Placeres Cordero, de 18. Un tercer individuo también participó, pero al cooperar con las autoridades logró acuerdos con la Fiscalía.

“Mi hijo era amor. Tenía amor para todo el mundo. Si veía a una persona mayor cruzando, se parqueaba para ayudarla. Si veía a un deambulante, llamaba a la Policía. Si encontraba un animalito, por pequeño que fuera, quería socorrerlo. Soñaba con ser veterinario”, recuerda su madre.

El crimen ocurrió cuando los imputados solicitaron un servicio de Uber con el propósito de cometer un carjacking.

“Él pensó que era un trabajo más. Precisamente por eso están presos, porque pidieron el Uber. Si no lo hubieran hecho, nadie sabría quién lo hizo”, lamentó Ramona.

La última vez que Randor fue localizado con vida fue cerca de la 1:00 a.m. Doña Ramonita tiene una teoría sobre lo que ocurrió: mientras conducía el Uber, su hijo creía que se dirigía a Caguas, destino que los pasajeros seleccionaron premeditadamente. Pero el trayecto tomó otro rumbo.

Según su madre, él debió cancelar el viaje, pero no lo hizo.

“Era responsable, considerado, y por eso siguió… porque confiaba”, relató con visible tristeza.

Lo que vino después fue una pesadilla.

“A mi hijo le dijeron: ‘Bríncate pa’ atrás, esto es un carjacking’. Desde ese momento, perdió la voz. No se defendió. No volvió a hablar. Estuvo corriendo con ellos tres horas hasta que le explotaron las gomas de la guagua. Lo hicieron sufrir mucho”, narró entre lágrimas.

Ramona estaba en República Dominicana cuando ocurrió todo. Pese a que se radicó una querella, no se activó la alerta de persona desaparecida, dato que le indignó. Hasta que llegó la llamada que le cambió la vida.

“Me dijeron: ‘Usted está buscando a una persona viva, pero le vamos a entregar una en la morgue a la que usted tiene que ponerle el nombre’. Me preguntaron si mi hijo tenía brackets con gomitas azules. Cuando dije que sí… se me fue el alma al piso”.

Al llegar a Puerto Rico, la Policía le confirmó que su hijo había sido asesinado a balazos.

“La muerte como quiera es muerte, pero cuando supe cómo fue, me quise morir. Me dolió más por eso. No sé cuándo se va a aliviar esta pena”.

Ahora, mientras se reanuda el juicio en su búsqueda de justicia, Ramona eleva su clamor:

“No pido ni más ni menos. Pero ellos cometieron el error de quitarle la vida a mi hijo… y Dios sabe lo que a ellos les toca”.