Por: Prof. Félix S. Vargas, M.Ed.
Departamento de Historia / Estudiante Doctoral, PhD, CEAPRC
Más que un determinante geográfico infranqueable, Puerto Rico disfruta de varias acepciones particulares en su distintivo latinoamericano. Este pedazo de isla, es a su vez, un lugar de atavismo provocado por innumerables cambios sociopolíticos reflejados en el siglo XX.
Como resultado de estos conflictos y otras ambigüedades gubernamentales, en la actualidad muchos puertorriqueños comparten ciertas “animosidades” e “inconformidad” con el servicio eléctrico bajo las riendas del consorcio LUMA ENERGY. Esto debe ser visto desde la praxis ideológica y los simultáneos apagones que desde la década de los 70’s, afectan a nuestra isla. Estos frecuentes apagones, se deben a la burocracia gubernamental y el escaso mantenimiento en los últimos años a su infraestructuras.
Si bien es cierto que la historia del servicio eléctrico en Puerto Rico, se remonta a finales del siglo XIX en el pueblo de Villalba, con el acaudalado Don José Ramón Figueroa y Rivera un prominente hacendado cafetalero, no será hasta el siglo XX cuando comience su difusión por toda la isla. Los inicios de las plantas hidroeléctricas se remontan al 1908, a través de la Ley de Riego Público en Puerto Rico, la cual concedía la creación del primer sistema de riego en la costa sur.
En este aspecto, se hace la salvedad que las primeras ocho décadas del siglo XX, serán vitales para el establecimiento de un robusto sistema eléctrico. En este panorama, encontramos al ingeniero Antonio S. Lucchetti Otero, quien será uno de los protagonistas más relevantes de nuestra historia eléctrica.
No obstante, a mediados de la década de los 30’s, cuando Puerto Rico sufría cambios importantes culturales, a través de la agencia “Puerto Rico Reconstruction Administration” por sus siglas (PRRA), recibió fondos para la construcción de obras públicas, entre ellas, las termoeléctricas.
El 30 de marzo de 1937, el gobierno de Puerto Rico compra el Ponce Electric Company que en ese tiempo fue la segunda utilidad privada más grande en la isla y fue la primera vez que la distribución urbana cayó bajo control del gobierno. En las décadas subsiguientes, continuó la ampliación del sistema eléctrico en la isla, hasta culminar en 1981, cuando la Autoridad de Energía Eléctrica adquirió el último sistema eléctrico.
Consecuentemente, el 1 de junio de 2022, el consorcio LUMA Energy asumió las operaciones del sistema eléctrico de transmisión y distribución en Puerto Rico. Los apagones han aumentado, mientras el sistema creado en el siglo XX continúa “deplorable” “nefasto” “ominoso”, sufriendo las consecuencias de un sistema ideológico que ha puesto sus intereses por encima de la comunidad puertorriqueña.
El sistema de suministro eléctrico en la isla no es problema de LUMA, en teoría no, aunque sea la empresa que junto a Genera PR conducen y distribuyen sobre 33 mil millas de líneas, en niveles de voltajes que fluctúan entre 4,160 y 13,200 voltios.
El problema recae en el sistema obsoleto, que es viejo y requiere mantenimiento constante. Aunque llegue otra compañía, los problemas persistirán, mucho menos hablemos de la deuda con los bonistas, este es otro asunto que nos conviene discutir en otra publicación.