De la crisis a la innovación, de la innovación a la solución
En esta columna, Roberto Carlos Pagán analiza cómo un gobierno ágil y eficiente es la única solución para las crisis de Puerto Rico.

Puerto Rico ha caminado por años sobre un terreno minado de crisis. Crisis de: quiebra, demográfica, emergencias, de confianza, política y de gobernanza. Sin embargo, cada una presenta la oportunidad para reflexionar y cuestionar sobre lo que no ha funcionado, desmantelar lo obsoleto y rediseñar lo público. Más que administrar estas "tormentas" debemos transformarlas en un punto de partida para un gobierno renovado, que responda a las necesidades del pueblo y este es el reto y la oportunidad que tiene nuestro gobierno hoy.
En definitiva, no necesitamos un Estado más grande, sino uno vanguardista, eficiente y efectivo. La transformación no pasa por acumular oficinas, reglamentos o estructuras, sino por repensar con valentía el rol del Estado. Gobernar no es solo gestionar instituciones, es trazar una ruta con propósito, claridad y resultados concretos. En este momento crítico, Puerto Rico requiere una gobernanza ágil, estratégica y capaz de ejecutar con precisión.
Por décadas, hemos confundido la presencia estatal con su eficacia. Hemos creado agencias sin un propósito claro, programas sin datos y trámites con capas de burocracia que solo agotan a la ciudadanía. El resultado es un aparato público que consume mucho más de lo que puede ofrecer, un Estado que sabotea sus objetivos por diseño. Este modelo anclado en el pasado no puede enfrentar los retos del presente, mucho menos puede construir futuro.
La innovación en la gobernanza comienza con una pregunta central: ¿para qué sirve el Estado? No puede ser para repetir inercias. La razón del Estado es ofrecer seguridad, garantizar derechos, promover el bienestar y crear condiciones que impulsen el desarrollo humano y económico. Todo lo que no cumpla con ese fin, tiene que ser reevaluado, simplificado o eliminado. Reestructurar en el gobierno no es recortar, sino priorizar. Implica repensar y rediseñar funciones desde su propósito, consolidar tareas redundantes, clarificar competencias, y alinear instituciones con resultados medibles.
No se trata de una "medicina amarga" por austeridad, sino de enfocar recursos donde generen impacto: educación de calidad, salud accesible, seguridad efectiva y promover un clima fértil para la actividad económica. Lo demás puede gestionarse por medio del sector privado, las comunidades y el tercer sector. Esta transformación requiere un cambio cultural profundo. Gobernar bien requiere de una ética institucional basada en el servicio, la transparencia y la rendición de cuentas. Debemos dejar la "parálisis por análisis", la cultura del trámite eterno y abrazar una de ejecución, datos de rendimiento y mejoramiento continuo. El buen gobierno no es solo una cuestión técnica; es un compromiso moral con el pueblo.
El liderazgo es clave para este cambio. No bastan diagnósticos o comisiones: se tienen que tomar decisiones con firmeza, aunque incomoden. Hay que romper ciclos, enfrentar intereses, asumir el costo político de reformar lo obsoleto. Transformar el Estado es el desafío más urgente para nuestra generación. Puerto Rico no necesita un gobierno más grande, sino uno mejor. Instituciones que funcionen, que respondan, que generen bienestar real. Estructuras simples, con roles claros y capacidad de ejecución. Una gobernanza que priorice resultados sobre procesos. No podemos seguir en el modelo administrativo que fracasó. Nuestro andamiaje gubernamental se tiene que repensar y pactar con un nuevo modelo de gobernanza efectiva, eficaz y eficiente. Es imperativo que pasemos de remendar un modelo político-gubernamental fallido, para dar paso a un nuevo comienzo. De la crisis a la innovación y de la innovación a la solución: esa es la única forma para garantizar un mejor futuro para Puerto Rico.