El helado, la galleta y las escoltas

En esta columna se plantea una crítica frontal al privilegio de las escoltas permanentes para exgobernadores en Puerto Rico

Por Juan Luis Camacho Semidei
Opinión|Sep 30, 2025
(Suministrada)
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En este país donde las ironías gobiernan tanto como los políticos, mantenemos un “beneficio” que raya en lo grotesco: escoltas permanentes para ex gobernadores. Mientras nuestros policías se parten el alma patrullando calles con recursos escasos, otros se pasean con protección VIP.

El colmo del clasismo burocrático lo vivimos ahora mismo: el Superintendente de la Policía dice que no le quitará el beneficio de escolta a Wanda Vázquez, pese a ser convicta federal. Es como si le dijéramos al ciudadano de a pie: “no importa si te condenan, mientras seas poderoso, tendrás protección”.

Pero no es justo, ni sensato, ni sostenible. Veamos el recuento viviente:

Pedro Rosselló vive en el extranjero.

Sila Calderón y Aníbal Acevedo Vilá renunciaron al beneficio, porque reconocieron que no lo necesitaban. Punto para ellos.

Luis Fortuño, también fuera del país.

Alejandro García Padilla la mantiene.

Ricardo Rosselló, al renunciar, no tiene escolta permanente, pero la Policía le presta servicio si lo solicita mientras está en Puerto Rico. Ha estado más tiempo en la isla y, sorpresa: no ha habido manifestaciones masivas de repudio ni demanda visible de protección.

Wanda Vazquez Garced tiene la escolta, por el Superintendente cumplir una ley, cuando ella no cumplió otra ley, y se declaró culpable voluntariamente.

En cuanto a Pedro Pierluisi —el “ex” más reciente— no tengo claro si conserva escolta, pero el hecho es que ese privilegio sigue admitido como si fuera algo natural.

Si seguimos cargando con escoltas innecesarias para quienes no enfrentan riesgo real, estamos robándole al pueblo lo que más necesita: seguridad en la calle, presencia policial efectiva, agentes en los barrios y no cuidando egos. Y no olvidemos la historia: cuando se les quitaron las escoltas a Rafael Hernández Colón y Carlos Romero Barceló, el país no se derrumbó. Hernández Colón caminaba con Pablo José desde la Calle Sol hasta la Plaza Las Delicias a comerse un helado chino sin que nadie lo insultara; los ponceños lo defendían con civilidad. Romero Barceló, por su parte, recibió un galletazo en un restaurante… de un “amigo” en palos. Entre panas, hasta escolta le hubiesen dado.

¡Aquí va el chorro de verdad para los nuestros legisladores! No pueden seguir mirando para otro lado. Ustedes tienen el poder de poner fin a este abuso simbólico:

1. Aprobar ya un proyecto que elimine por ley las escoltas para ex gobernadores —no más discreción del Superintendente a dedo.

2. Que la medida sea retroactiva, o al menos que obligue a revisar caso por caso, dado que muchos no las usan o ya han manifestado que no las quieren.

3. Que los ahorros generados se destinen a reforzar la Policía en las calles, no a proteger fantasmas del poder.

4. Que todo ex gobernador se le otorgue el beneficio únicamente los 4 años despues de su salida del poder.

5. Que legislen también para que quienes renuncien al gobernato pierdan automáticamente ese privilegio (como sucedió con Rosselló hijo).

6. Que haya transparencia absoluta: cuánto costaron esas escoltas este año, cuántos agentes se desviaron de patrullas, y qué otras prioridades quedaron desatendidas.

Legisladores, no dejen que el lujo político siga siendo más importante que la seguridad del pueblo. Es hora de que el Capitolio escuche al ciudadano que pide más policía en la calle, no escolta para ex gobernantes. Hagan lo correcto, aunque les incomode. Que esta vitrina de privilegios caiga, que las escoltas se extingan y que la Policía regrese al pueblo.