Cuando la “militarización” se vende más barata que la cerveza de la base
El exsecretario general del PPD, Juan Luis Camacho, plantea que reabrir bases en Puerto Rico no es militarizar, sino reactivar motores económicos y sociales.

La semana pasada amanecimos con una operación de la Marina en el Faro de Añasco. De inmediato algunos comenzaron a especular, a meter miedo, a inventar teorías de conspiración, mientras otros, como el alcalde de los Bucaneros, Eric Bachier, valientemente defendieron la visita, e incluso mostró orgullo y apoyo a los ejercicios militares en Puerto Rico. Esa diferencia de reacciones dice mucho sobre cómo vemos la presencia militar: unos la usan para alimentar temores, otros la ven como oportunidad.
En Puerto Rico tenemos un talento único: inventar fantasmas y luego asustarnos con ellos. Cada vez que alguien menciona reabrir bases militares, aparece la palabra mágica: “militarización”. Y ahí mismo arrancan los discursos apocalípticos de que vienen los tanques, los soldados en las calles y que nos van a invadir… ¡en nuestro propio territorio!
Vamos a hablar claro: una base militar no es un batallón persiguiendo manifestantes en la Placita de Santurce. Una base militar es un motor económico. Es empleo para carpinteros, plomeros, ingenieros, comerciantes y cientos de familias que hoy, sin esa actividad, tienen que irse a buscar futuro a Orlando o a Houston. Roosevelt Roads, Ramey y otras instalaciones cerradas dejaron un vacío enorme en la economía de sus comunidades. Reabrir esas bases no es “militarizar” la isla; es reactivar espacios que generan empleos directos e indirectos, contratos para pequeños y medianos negocios, y movimiento económico que hoy tanto nos falta.
Pero claro, el término “militarización” es más sabroso para algunos sectores políticos. ¿Por qué? Porque con esa palabra siembran miedo, y con el miedo levantan agendas ideológicas que la mayoría del país no compra. Dicen “militarización” cuando en realidad lo que quieren decir es “cualquier cosa que refuerce que seguimos siendo parte de Estados Unidos”. No es un análisis de seguridad ni de economía; es un discurso político partidista con sabor a patriotismo de cajita de cornflakes.
Y aquí viene la mejor parte: muchos de esos mismos que hoy se rasgan las vestiduras contra la “militarización” son los que ayer mismo buscaban al primo o al vecino con pase para entrar a la base y salir con la guagua llena de cervezas baratas, whiskys libres de impuestos y hasta gasolina con descuento. ¡Hipocresía al por mayor, sin IVU incluido! Resulta que para beber y ahorrar, las bases no eran una amenaza; solo se convierten en “militarización” cuando la conversación toca fibras políticas.
Que no se malinterprete: yo no quiero de vuelta los abusos de Vieques, con ejercicios de “bala viva” que pusieron en riesgo vidas humanas y el medioambiente. Eso fue inaceptable, y ahí la lucha del pueblo fue justa. Pero de ahí a decir que cualquier base militar es una invasión disfrazada… eso ya es manipulación, puro cuento para mover agendas separatistas.
Además, hay una dimensión que casi nunca se menciona: nuestros jóvenes que escogen la milicia como carrera. Hoy, la mayoría tiene que irse a Texas, Carolina del Norte o hasta Alaska para cumplir con su servicio. Reabrir bases en Puerto Rico significaría que muchos de ellos podrían servir en su propia tierra, cerca de sus familias y su gente, sin tener que abandonar la isla que aman. Eso no solo es un alivio económico, también es un respiro social y emocional para muchas familias que hoy sufren la distancia.
Y a los que dicen que no necesitamos bases militares, habría que recordarles lo que dijo con su boquita de comer arepas y tequeños el propio Nicolás Maduro, prócer de los independentistas del patio: que invadiría a Puerto Rico junto al ejército de Brasil para “liberarnos”, aunque ni Brasil reconoce su gobierno. Ahí está la ironía: mientras algunos aquí viven del cuento de que la presencia militar es el enemigo, los verdaderos enemigos de la democracia sueñan con pisar esta tierra a la fuerza para imponer ideales zurdos que no logran con los votos.
Puerto Rico necesita empleos, inversión y oportunidades reales, no cuentos de miedo reciclados. Si abrir bases significa darle progreso a miles de familias y ofrecerle a nuestra juventud militar la posibilidad de quedarse aquí mismo, bienvenidas sean. La verdadera militarización que debería preocuparnos no es la de Estados Unidos; es la militarización del miedo y la desinformación con la que algunos pretenden controlar nuestro futuro.