Mientras la verdad calentaba en el bullpen, el rumor ya celebraba en el dugout
En esta columna de opinión, se analiza cómo un error judicial y la prisa mediática desataron un rumor político que eclipsó la verdad en plena Serie Mundial.

La noche del miércoles 29 de octubre, mientras medio país seguía el quinto juego de la Serie Mundial entre los Blue Jays y los Dodgers, otro partido —más oscuro y sin árbitros visibles— se jugaba fuera del diamante. Eran cerca de las nueve de la noche, los Blue Jays dominaban cómodamente 6–1, y estaban a punto de completar la hazaña: robar dos victorias en el Dodger Stadium y tomar ventaja 3–2 en la serie. Toronto regresaría al Rogers Centre con la oportunidad de coronarse en casa la noche de Halloween. Pero mientras los fanáticos celebraban, los celulares en Puerto Rico empezaron a vibrar.
Varios medios publicaron extractos de un documento del Tribunal Federal en San Juan que bastó para cambiar de canal a medio país. En la página cuatro del caso United States v. Daniel García-Martin, se leía que un allanamiento del FBI “stemmed from an unrelated white-collar investigation involving the Governor of Puerto Rico and a property belonging to her family.” Y como aquí el rumor corre más rápido que un line drive al jardín izquierdo, en cuestión de minutos la pelota pasó del terreno de juego al terreno político.
Algunos bajaron el volumen del televisor para escuchar los noticieros; otros dejaron el juego en pausa para leer los mensajes en sus grupos de WhatsApp. Muchos se perdieron la última entrada, pero se acostaron convencidos de que la Gobernadora Jenniffer González-Colón estaba bajo investigación federal. Esa noche, el país no soñó con jonrones, sino con titulares.
Pero mientras Puerto Rico dormía, la verdad ya estaba escrita. El fiscal asistente Seth A. Erbe, bajo la dirección del U.S. Attorney W. Stephen Muldrow, había presentado el mismo 23 de octubre —el mismo día del documento original— un aviso oficial corrigiendo el récord. En ese escrito, la Fiscalía aclaraba que no existía ninguna investigación, ni de cuello blanco ni de otro tipo, relacionada con la Gobernadora o su familia. El error había sido corregido a tiempo, pero la prensa no lo publicó.
Seis días después, el documento con el error se filtró, se compartió y se viralizó como si fuera nuevo. Y la corrección, que estaba en el mismo expediente, nadie la miró. En Puerto Rico, la verdad no llega tarde: simplemente nadie la busca.
El detalle que hizo todo más creíble fue que el agente del FBI que firmó la declaración, escribió que trabaja en “investigaciones de corrupción pública y crímenes financieros de cuello blanco.” Así que cuando el documento mencionó una “white-collar investigation”, la coincidencia fue suficiente para que muchos asumieran fuego donde solo había una redacción desafortunada.
En la era del breaking news, la verdad no compite con la mentira: compite con la prisa. Un documento mal leído puede destruir reputaciones antes de que alguien verifique nada. Y cuando finalmente llega la aclaración, el país ya cambió de tema y el daño se convierte en tendencia.
Y claro, hay quienes no creen en los “errores inocentes”. Un amigo mío —de esos que han visto más campañas que series finales— me dijo en confianza: “No creo en los upsss. Allí hay fuerzas empujando, y más adelante lo veremos. La Gobernadora no tiene viabilidad política y se lo están haciendo saber con sutileza. Si es lista, debe leer el entrelíneas. Si no, que le pregunte a Acevedo Vilá y a Vázquez Garced.”
Quizás tenga razón. En la política boricua, nada se filtra sin intención. Los errores tienen hora, los silencios tienen destinatario y las filtraciones, a veces, guion. Esa noche, mientras los Blue Jays aseguraban su regreso a Toronto con ventaja en la serie, otro equipo ya celebraba en su propio dugout: el del rumor, que ganó el juego sin haber pisado el plato.
La Gobernadora fue oficialmente desligada de toda investigación, pero la duda se quedó en la mente de muchos. Y en política, cuando la sospecha se acuesta contigo, la verdad ni siquiera calienta en el bullpen: se queda esperando, mientras el rumor sigue celebrando en el dugout.


