Su dolor nos regaló sanidad
La Pastora Dorcas Ruperto nos explica lo que fue la coronación de Jesús con espinas

La escena de Jesús en la cruz no fue un acto simbólico ni una expresión religiosa más. Fue un sacrificio real. Fue sangre verdadera derramada por amor. Cada golpe, latigazo y espina clavada, le provocaba un dolor agudo. Pero Jesús lo soportó por regalarnos sanidad completa, integral y eterna.
En Isaías 53 tenemos un cuadro claro de esa escena desgarradora. Allí vemos a un Jesús sin parecer, sin hermosura, sin atractivo alguno para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres. Varón de dolores, experimentado en quebranto. Un Mesías que carga el abandono, el desprecio, la vergüenza. Aun así, no se retiró. No se rindió. No se defendió. En el clímax del sufrimiento, eligió amar: “Y a través de su dolor regalarnos sanidad”
Isaias 53 describe como lo hizo: “llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; fue herido por nuestras rebeliones, fue molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:4-5)
También en medio de ese sacrificio, fue coronado. Pero no con oro ni con piedras preciosas, como los reyes terrenales. Su corona fue de espinas. Espinas que representaban maldición. Porque es importante explicar que cuando el pecado entró al mundo, Dios maldijo la tierra y dijo: “Espinos y cardos producirá…” (Génesis 3:18). Los espinos eran símbolo de la maldición. Y Jesús llevó esa maldición sobre su cabeza, como diciendo: “Yo cargo lo que ustedes merecían.” Y Su dolor nos regaló la sanidad de aquella maldición.

Hermoso amor demostrado que:
• Nos devolvió el derecho de volver a casa.
• Nos transformó desde adentro.
• Nos sacó del lodo y nos vistió de propósito.
• Nos sacó de las ruinas y nos dio gloria.
• Nos reveló nuestro destino: la eternidad.
Reflexionemos: y miremos el regalo de nuestra sanidad del alma con un corazón agradecido Que no sea sólo esta semana cuando recordemos tan hermosa muestra de Amor. Que cada día levantemos la mirada a nuestro amado Jesús y agradezcamos su sacrificio. Que cada respirar, nos recuerde que fue su amor el que nos otorgó la vida. Que cada gota de su sangre sea validada con una entrega genuina.
La autora Dorcas Ruperto, es pastora en la Iglesia Ciudad de Dios en el Municipio de Caguas, Puerto Rico.